“Quiero Soñar”
“Quiero Soñar”
Es bonito soñar. Mas aún, cuando al despertar, de alegría uno se pone a llorar.
Es bonito soñar. Mas aún, cuando al despertar, de alegría uno se pone a llorar.
Con tenerte en mis brazos, nada me cuesta soñar. Si me dieras la oportunidad, con mis dulces besos y tiernas caricias, las partes mas intimas de tu ser, yo haría temblar.
Llevo años sin verte. Hoy senti las ganas de escribir estas letras, con el fin de saludarte. Espero que en este medio, logren encontrarte. Si es así, espero te recuerden, que nací para amarte.
De tu traición, y del día de nuestra separación, muchos años han pasado. Según tú, de mi cuerpo y de mi ser, aún sigues adueñado. Pues con respeto, firmeza, y con mucha más fuerza de la que tu usabas para opacar mi persona, mi ser, y mi valor como mujer, hoy te digo, ¡estas equivocado!
Lo sabes, pero no lo quieres reconocer. El que tiene dueño, eres tú. No uno, sino varios. Te domina la droga, el alcohol, y quizás hasta tu nueva mujer. Como no te imaginas, yo te adore. Una pequeña muestra de mi gran amor por ti, son tus tres hermosas hijas, que en mi vientre lleve.
Mi dueño. Por buscar la felicidad, y por rehacer mi vida, permiso no te pido. A tus tres hijas, por verme feliz, les gustaría que un hombre nuevamente me hable cosas bonitas al oído. A ellas, les duele el pensar que por hacerlo, tú me hagas daño. ¿Qué es lo que corre por tu mente? Recuerda que fuiste tú el que me engaño. A ti, a pesar de tu traición, nunca te desee una maldición.
Mi dueño. Me gustaría que tus hijas no tuvieran este temor, y que siempre te recordaran con cariño. Platicando con ellas de mi futuro, nunca me he atrevido a contarles que muchas noches, con nuevamente encontrar la felicidad, yo sueño.
Anoche, como cualquier otra, me dormí pensando en ti. Inesperadamente, te soñé. De los cambios en tu vida me contaste. Sin pedirlas, las razones por no hablarme, me explicaste. De tu nuevo nido, con emoción y un poco de confusión, me platicaste. Sin darte cuenta, con tus palabras, tu tristeza disfrazaste.
Te conozco, por lo cual me doy cuenta cuando tu tristeza intentas ocultar. Te escuche. Tus palabras y frases, en mi sueño disfrute. “¿Por qué no me buscaste?”, fue lo primero que me preguntaste.
Inexplicablemente, aunque quise, tu pregunta no pude contestar. Aunque fue en un sueño, la alegría y emoción por tenerte a mi lado, me robo las palabras y por eso no pude hablar.
Confundida por mi silencio, me confesaste que el nuevo ocupante en tu nido, cuando lloras por mi ausencia, con sus besos, tus lagrimas intenta borrar. Como yo, nadie te conoce. De él, con sonrisas y palabras, con éxito, tu tristeza ocultaste. Nuevamente lo engañaste.
Te soñé. Te escuche. Te abrace. Te solté. Llorando, desperté. Ahora, minuto a minuto, como un rayo fuerte y poderoso, tu pregunta, “¿Por qué no me buscaste?” retumba en mi mente.
Te soñé.
Los Hermanos Wright lo intentaron. Aunque lo lograron, como todo ser humano, también fallaron.
El presidente Barack Obama, lo intento. Sus oponentes, algunos invisibles, pero fuertes, lo intentaron y fallaron.
Al nacer, tu primer respiro lograste. Al crecer, queja tras queja, y suspiro tras suspiro, intentas disfrazar el miedo que te causa el soñar.
Pues lo cierto es que tienes miedo fallar.
Inténtalo! Se vale soñar!